miércoles, 3 de septiembre de 2008

En el mejor de los lugares sin límite: el otro de sí.Parte 1

Mauricio Fuentealba T.

Licenciado en Sociología

“He olvidado mi paraguas”[1]... reconozco esa frase en el pensador alemán F. Nietszche que es al gesto de la ludo, personaje de la obra de J. Donoso “El lugar sin límites” (1967), o ludovina, el dejar voluntariamente sus lentes en el ataúd de su esposo muerto. Reconozco que el pensador alemán ha podido olvidar su paraguas en el ataúd que su obra significa en el tema de la muerte de Dios. Aunque no se lo podría comparar ni en su existencia, sustancia, acciones, motivaciones, lo inmortal con lo mortal, lo eterno e infinito a lo contingente y finito del ataúd del esposo de la ludo. Por lo demás el ataúd de cualquiera de nosotros dista mucho del que se le ha dado a Dios y su muerte en la literatura. La historia de la ludo, pequeña, intrascendente, no ocupando un lugar de importancia en la historia ocurre con ella un gesto: dejar voluntariamente sus anteojos. Aumenta su ceguera por un acto que linda en lo satírico-cómico porque quién deja sus lentes sin tener otros a riesgo de perder un poco su visión. Este invento, el de los lentes, con mucho es una prolongación de las ideas de Copérnico y mucho antes de Aristóteles sobre cómo ver los astros y delimitar su trayectoria y comportamiento. Metáforas aparte el experimento consistía en explicar el movimiento lunar con la ayuda de un lente muy grande que amplificaba las imágenes disminuyendo las distancias y por ende la precariedad del sentido de la vista. Acercándo los objetos lo suficiente para que Copérnico y Aristóteles como sus detractores pudiesen observar este y otras estrellas. El punto es que tanto la ludo como los dos científicos filósofos tenían el problema de cómo explicar este acercamiento de los objetos, un lente capaz de aumentar la visión y que no fuera simplemente un engaño del aparato utilizado como si el lente o el telescopio hiciera todo el trabajo. No existe evidencia empírica más allá de la que el autor señala de que la ludo aumentará o disminuyera su visión, pues al carecer de importancia no se lo menciona nada más que al margen. Algunos siglos después ya sabemos sobre el movimiento lunar y las teorías de refracción así lo demuestran que junto con la ley de gravitación y los campos gravitatorios los cuerpos se atraen en fuerzas de atracción y repulsión. Sin embargo, la ludo lejos de esta controversia escolástico-académica pierde sin reservas sus lentes, este objeto que le ayudaba en su diario vivir. Algunos pueblos enterraban a sus muertos con objetos preciosos que indicasen su status y posición social del finado. La arqueología, depurando sus técnicas, logra reconstituir los espacios históricos de nuestros antepasados formando identidades culturales, entonces me pregunto que episteme ha de sobrellevar estos conocimientos al desenterrar los lentes de la ludo, en qué situación histórica, el arqueólogo de la Estación El Olivo distinguirá que el problema realmente se encuentra en este descuido voluntario de dejar -posicionando en un lugar sagrado y delimitado para la muerte- unos anteojos descubriendo el enlace y la conexión marital de su cónyuge como lo es la Ludo con su esposo.

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[1] “He olvidado mi paraguas.”

Entre los fragmentos inéditos de Nietzsche se han encontrado estas palabras, solas, entre comillas[1][xii] .

Quizá una cita. Quizá ha sido tomada de alguna parte. Quizá ha sido oída acá o allá. Quizá era la intención de una frase a escribir acá o allá. No hay medio infalible de saber dónde ha tenido lugar la detracción, sobre qué hubiera prendido el injerto. Jamás tendremos la certidumbre de saber lo que Nietzsche quiso hacer o decir al anotar esas palabras. Ni siquiera si es que quiso alguna cosa. Suponiendo que no haya lugar a dudas sobre su signatura autógrafa y que se dé por sabido lo que significa el concepto de autografía y la forma de una grafía.

http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/eperons.htm#HE%20OLVIDADO%20MI%20PARAGUAS

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